Los atardeceres ejercen ese extraño magnetismo sobre nosotros, aún sabiendo que mirar al sol es sumamente perjudicial para nuestros ojos. Cuántos atardeceres son quizá el mejor souvenir que entregar a través de fotografías y el recuerdo más nítido a la vuelta de las vacaciones. Quizás sea porque el atardecer precede a la noche, nos avecina lentamente a la oscuridad y nos amansa ante la quietud del sueño. En él tomamos conciencia de que el sol nos abandona, la oscuridad nos envuelve y nos quedamos a solas con nuestros pensamientos.
Sin embargo, hay lugares en los que la noche no garantiza la tranquilidad. Hay ciudades en las que la noche es la prolongación del día o que, precisamente, despiertan con el atardecer.
Y aún así, la gente se queda pegada ante la puesta de sol, probablemente, en la última tregua de sosiego.
En este grupo, la idea será colgar esas fotos de atardeceres en contraste con la gran actividad del día, de la noche, de las calles, del bullicio de las ciudades.

Blanca.