- Trabajando un verano en un hotel de Salou, me dice la jefa de recepción: averiguá quiénes son esos moros (así de despectivo como suena y como es, lamentablemente para los moros buenos tipos que debe haber por ahí), que no los reconozco.
Me acerco a la piscina, donde dos muchachos estaban tirados en reposeras, tomando sol tranquilamente. Con toda la amabilidad del mundo pregunto: disculpen, en qué habitación están por favor: en la 305. Bien y hasta cuándo se quedan y bajo qué nombre se encuentra la reserva por favor?.
Con los datos proporcionados voy al ordenador y me encuentro con que la información no cuadraba con las reservas vigentes.
Me acerco nuevamente hacia ellos y sin perder compostura les pregunto (en inglés the hole conversación): perdonen, pero no pudimos encontrar su reserva, me podrían por favor mostrar la tarjeta de la habitación?.-. A lo que uno de ellos responde: Ah, pero nosotros estamos alojados en el hotel de al lado. Ah, bien-les digo-, pero ésta es la piscina de este hotel, no del hotel de al lado. Y además les pregunté en qué habitación estaban y mintieron.- No- acotó uno- preguntaste en qué habitación estábamos y te respondimos...- (Un aplauso por favor). -Ah, estamos jugando ese juego?. Les pido por favor que se retiren- solicité ya en un tono firme, y me di la vuelta.
Se pusieron sus camisetas, levantaron sus cremas y vituallas (también sus toallas, sí) y se fueron. Qué morro, tío!. - No habíamos tenido la oportunidad de hablar mucho, esta familia estadounidense y yo, hasta que la hijita más chiquita tuvo una leve descompostura gastrointestinal, para la que les recomendé unas gotitas en base a plantas, apta para niños. En pocas horas ella se sentía mejor, y al día siguiente toda la familia pudo continuar con las cabalgatas, caminatas y paseos que tenían planeados. Una noche nos quedamos hablando en el lobby un largo rato, y otros días me comentaban acerca de sus actividades y experiencias. Como el check out era al día siguiente en un horario que no coincidía con mi turno, los cuatro bajaron a saludarme esa noche. Descalzos y sonrientes aparecieron en la recepción, cámara de fotos en mano. Mientras los padres y yo hablábamos “como adultos”, las nenas, en ese entonces 10 y 8 años, contemplaban la escena, paraditas y al lado de sus progenitores. Que ellas no emitieran palabra, no implicaba que no entendiesen de qué se trataba la situación. En un momento, e interrumpiendo la conversación, la más chiquita caminó hacia mí y me abrazó fuertemente, apoyando su cabecita a la altura de mi panza. Miré a los padres, y después de segundos en los que pude recién reaccionar, me arrodillé, la miré a los ojos esperando no encontrar reflejadas mis lágrimas en las suyas, y le prometí escribir. Hasta hoy intercambiamos mails con esa familia. Ese abrazo fue uno de los agradecimientos por mi profesión más emocionantes que recibí.
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Verónica, qué buenas las anécdotas. Son como las dos caras de una moneda. Ese abrazo compensa el mal trago de los de la 305 y algunos otros, seguramente.
Gracias Nuria. Sí, ese abrazo estuvo muy bien. En nuestra área vemos muchas cosas, como en la vida... .
¡Qué inspirador e instructivo, Verónica!
Debería ser lectura imprescindible para cualquier persona que piense en trabajar en recepción.
Qué bien has sabido transmitirnos ese abrazo. Gracias Verónica.
Uy Carme, gracias!.
sip, muy bonitas :)
Estoy con lo que han dicho los demás, que grandes ejemplos de encontrarte los mejor y lo peor de tu trabajo en lo que al factor humano se refiere: Los que se creen que el mundo es de ellos y que los demás estamos para que se rían de nosotros, y los que aprecian un gesto humano, con otro gesto más grande todavía.
Es la primera vez que he envidiado a alguien que hacía un trabajo tan duro como el de la recepción.
Qué satisfactorio!! La verdad es que envidio tener este tipo de trabajos, de trato directo con la gente, donde tienes la oportunidad de ayudar de verdad :), ayudar humanamente.
Gracias Fabian, Carlos y Prisilla, me alegro compartan conmigo esa satisfacción del agradecimiento. Seguro Uds. tienen más anécdotas lindas también.
Trabajando en turismo a veces se reciben muchos "palos" de la gente, pero otras, unos abrazos de agradecimiento (literal y metafóricamente) capaces de hacer sonreir el alma.
Véronica, muy emotivas y encantadoras las anécdotas, tanto tu profesionalidad y aplomo con los chicos de la piscina como la ternura con la niñita reflejan que te gusta lo que haces y además entiendes que el servicio es transmitir lo mucho que estás dispuesto a que las personas que tienen la suerte de encontrarte pasen una experiencia, si es posible, inolvidable. Enhorabuena, lo que tu tienes mas que un trabajo es una profesión.
uooo, que bonitoooo