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Grupo HUELVA LA LUZ

Blog del grupo HUELVA LA LUZ

Alfonso Vargas Sánchez
Publicado por vargas el 19 de Junio de 2011

Está ampliamente documentado en la literatura científica que fenómenos como las prácticas de responsabilidad social empresarial, de gestión medioambiental, etc. están sujetas a un proceso denominado de isomorfismo, es decir, de paulatina convergencia en función del cual las organizaciones (en nuestro caso del sector turístico) terminan haciendo más o menos lo mismo. Existe todo un cuerpo teórico, el institucionalismo, que explica este fenómeno, en base al cual puede afirmarse que ese proceso de convergencia en las prácticas es producto de tres tipos de fuerzas del entorno a las que las organizaciones se ven sujetas:

  • Las presiones coercitivas, fruto del marco legal al que deben someterse (el llamado sistema regulador, a través de reglamentos, controles, sanciones).
  • Las presiones normativas (o sistema normativo), producto de los valores predominantes entre los profesionales del sector (diseminados en los centros de formación por los que pasan, no exentos, pues, de responsabilidad) y los estándares aceptados en el mismo (normas ISO -9000, 14.000, 26.000,…-  u otras específicas del turismo).
  • Y las presiones miméticas o sistema cognitivo, derivadas del seguimiento de los líderes, de la imitación de prácticas que se han mostrado y difundido como exitosas. En todos los sectores existen líderes y seguidores.

Esa misma teoría, la Teoría Institucional, arroja luz acerca de los resultados que las empresas esperan obtener al acometer este tipo de prácticas. Uno muy importante es legitimidad social, ganarse la aceptación, el respeto de la comunidad de la que forman parte. Otro, como no podía ser de otra manera, es la mejora de la competitividad y del desempeño, teniendo en cuenta que, por lo general, para conseguir este último es preciso haber logrado antes el primero.

En este contexto, hemos conocido hace unos días el documento titulado “El papel del turista en el viaje responsable”, elaborado por una empresa consultora, que incluye un “vademécum del turista responsable”.

El turismo es un mosaico de empresas interconectadas, servicios públicos, factores del entorno e identidad cultural, en el que existen leyes, grupos de presión, oportunidades económicas y motivaciones éticas (valores) de los agentes implicados. Las empresas son objeto de presiones coercitivas, normativas y miméticas, referidas más arriba, que conducen su comportamiento en un sentido determinado, limitando su capacidad de elegir. Pero, ¿qué pasa con los turistas?

El turista tiene derechos, pero también obligaciones ciudadanas que han de guíar su comportamiento en los destinos, conforme al marco legal existente. Esos comportamientos son consecuencia de unos valores (detrás de toda forma de hacer hay una manera de pensar), y esos valores (como el de la responsabilidad) son influenciables a través de la elaboración y diseminación de documentos como el referido, en el que se parte de la interesante premisa de que “no existen malos viajeros, existen viajeros mal informados”. Si el turista se siente inserto en un clima en el que una serie de prácticas (antes, durante y después) son aceptadas, terminará por seguirlas. En suma, el turista (no solamente las empresas u otras organizaciones) también puede ser objeto de presiones coercitivas, normativas y miméticas que guíen su comportamiento. Quizás son más sutiles, pero existen y pueden ser activadas.

Como decía en un post anterior, un turismo responsable, en contraposición al depredador turismo de masas –en claro declive-, es aquél que tiene presente sus impactos (económicos, sociales y ambientales) en el entorno local, respetándolo y propiciando el mayor beneficio para el mismo. ¿No le parece que, en efecto, construir un modelo así tiene su intríngulis? Parte de ese intríngulis son las presiones institucionales del entorno que se acaban de referir. Esas prácticas que terminan institucionalizándose, por ampliamente aceptadas y compartidas, son las que explican el progresivo isomorfirmo al que se ve sujeto, también, el turismo, el comportamiento de las empresas u otras organizaciones y los turistas. Ello no es óbice para que dentro de esa tendencia a actuar de una forma igual o similar, haya diferentes grados de evolución, con unos que van por delante y otros más o menos por detrás. Ahí está la diferencia, una diferencia que termina reflejándose en los resultados.

De lo que se trata es de entender y explicar (no sólo describir) cómo funciona este complejo mosaico.

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