Aprendo de la psicóloga Constanza González un interesante clásico de la psicología: El efecto halo. El fenómeno se refiere a que la evaluación que hacemos de una persona está influenciada por juicios previos, de los que a veces ni siquiera tenemos noticia. Normalmente asociado a la belleza atribuimos a una persona “guapa” otras cualidades como la de ser buen orador, excelente profesional o incluso un buen amante.
Aprovechando los conocimientos sobre la mente humana, este fenómeno es utilizado en diversos ámbitos, como la publicidad. Que salgan modelos estupendos o tortillas de patatas de lujo no es por el mero disfrute del espectador. Se buscan las características determinadas que se deseen se trasladen al producto que se quieren vender: belleza, atractivo, seguridad …
La proyección de este proceso cognitivo, que se remonta a nuestros ancestros, hacia el entorno digital y en especial hacia los medios sociales digitales es evidente. Gracias a este mismo proceso cerebral algunas personas o incluso algunas marcas puedan progresar (o fracasar) en su sociabilidad digital, ofreciendo su imagen bella digital, y que los usuarios que la siguen, sus fans, followers vean en ella otras cualidades que en muchos de los casos no corresponden con la realidad. Es más, en los medios sociales el efecto halo puede ser el Rey.
De esta manera igual que un empresario puede fracasar al contratar a una persona bella porque le atribuye sea muy profesional, podemos también fracasar en nuestras relaciones digitales, porque muy seguro no serán como esperábamos. Es por eso que si nos obsesionamos en nuestro branding en Internet pero abandonamos el real, es posible lleguemos a vivir en una burbuja. Prueba de ello son la rápida aparición de empresas que nacen en entornos digitales pero que muchas de ellas mutan en cuestión de meses. ¿Reputación on-line? Quizás no haya ni un comentario negativo en la Red de una start--up (end-up en realidad), pero a buen seguro en su sector y en su círculo de confianza aquellas cualidades que se habían atribúido al principio mueren en cuestión de algunos meses.
El efecto halo en el entorno digital demuestra lo poco que sabemos sobre aquello que influencia nuestra evaluación de las personas y del mundo, aun cuando creemos hacer juicios de valor objetivos, y lo poco tolerantes que nos podemos mostrar a cambiar nuestra forma de pensar.
La lectura inteligente de una empresa en la red es que no debe ser tan importante el “me gusta”, el “te sigo” o el “Follow Friday”, herramientas 100% “halo”, incluso el tan repetido vocablo reputación on-line puede estar también camuflado por el verdadero valor de quien se muestra en la Red.
Somos muchos los que pensamos que los verdaderos valores en Internet no se basan en el posicionamiento y su velocidad o en la influencia y viralidad de los mensajes cada vez más efímeros y locales. Los más importantes son aquellos que generan seguridad y constancia basados en la transparencia y en la calidad, variable que a menudo es necesaria demostrarla en el escenario real, no en el virtual.