Hace muy poco leí en un blog:
"El síndrome de la rana hervida nos explica cómo una rana introducida en un recipiente de agua hirviendo es capaz de dar un salto y salir inmediatamente de él. Pero si por el contrario es introducida en el agua fría y ésta se va calentando lentamente, cuando pueda darse cuenta del peligro será demasiado tarde, estará adormilada y no tendrá energía para saltar."
¿Qué quiere decir esto? Tras mucho divagar, llegué a la conclusión de que solo reaccionamos cuando la situación es extrema, cuando los cambios son radicales, pero que de lo contrario podemos ir cediendo terreno indefinidamente.
Pues bien, creo que esto es lo que ocurre con la publicidad hoy día. Si prestamos atención a nuestro alrededor, exactamente, ¿qué vemos?
Empecemos analizando aspectos simples que nos llevarán a la conclusión posterior:
- Los telediarios: todos sabemos que la información que recibimos está manipulada aunque pocos nos lo planteemos. Por ejemplo, es habitual ver heridos graves, cuerpos sin vida o personas agonizantes. Esto se ha vuelto tan natural, que nadie se extraña.
- Los anuncios en la televisión: nos hacen desear aquello que no tenemos, utilizan nuestras emociones para que creamos que algo material nos proporcionará aquello que verdaderamente anhelamos: juventud, felicidad, placer...
- Los anuncios de la radio: el bombardeo de las propias emisoras es descarado, ni siquiera en la televisión lo encontramos.
- Los periódicos: según el periódico y la ideología las noticias se enfocan de una determinada manera, pero en todos hay anuncios, a veces pequeños, a veces a página completa.
- La prensa gratuita: no sólo en el interior, sino que en muchas ocasiones, la primera página y la última (es decir, envolviendo el periódico) es publicidad, normalmente de algún supermercado.
- Las revistas: al utilizar colores más vivos, son aún más atractivas y hacen los productos aún más apetecibles.
- Las marquesinas y demás elementos fijos: son espectacularmente útiles a la hora de la publicidad, a cada paso, algo diferente y según el trayecto, el patrón se repite.
Además es habitual que todos sigamos el mismo camino para realizar el recorrido entre dos puntos como casa-trabajo, así que diariamente y hasta que lo cambian, vemos lo mismo.
- Los elementos móviles: esperando en cualquier parada de autobús o para cruzar un paso de peatones, vemos autobuses con publicidad, coches de empresa con el logotipo...
- Los viandantes: de forma inconsciente, vemos la imagen que transmiten y si nos gusta, intentamos interiormente analizar el por qué y encontrar el elemento que lo provoca: una piel radiante, un corte de pelo revolucionario, un maletín de piel, un perfume, unos tacones increíbles... Ante esto, la siguiente pregunta es ¿cómo puedo conseguirlo? No es considerada publicidad propiamente, pero para mí podría ser perfectamente, publicidad pasiva.
- Las marcas: hay muchas personas que se ven en la necesidad de obtener productos para demostrar un estatus, un poder, algo de lo que verdaderamente consideran que carecen. Siempre visible como la marca de la ropa, discreta, pero visible.
- Los materiales: no se trata ya de calidad, sino de prestigio, es otra forma de demostrar un estatus social e incluso un sentimiento, ¿quién regalaría hoy un anillo de compromiso de plata?
- Los productos alimenticios, cosméticos, complementos...: las marcas “conocidas”, frente a las marcas blancas (generalmente más conocidas) y las imitaciones.
- Los bares, restaurantes...: hacen apetecible aquello que realmente no nos apetece, bien sea por una oferta, por fotografías deliciosas en el lugar adecuado...
- En el trabajo, lugar de estudio: la imagen que tenemos habla de nosotros, representamos el papel de lo que queremos ser y normalmente todo se malinterpreta.
Por ejemplo, una ejecutiva agresiva no puede ir en chándal, pero resulta que sentada en su ordenador, enganchada al teléfono y revisando 23 archivos a la vez, resulta más cómodo que unos tacones de 8,5 cm.
De la misma forma, si madrugas y “te pegas el carrerón” para coger un autobús, es básicamente imposible que no llegues despeinado/a a los sitios, ya estés en secundaria, en la Universidad o seas el Director de una importante empresa.
- Con nuestros amigos, compañeros, jefes...: la lucha continúa, qué tienes, qué aparentas, qué has de tener para aparentar lo que quieres.
- Con nuestra familia o personas más cercanas: el listón baja un poco, podemos relajarnos, el lenguaje es coloquial (no confundir con vulgar), no es necesario que los hombros estén cuadrados, puedes quitarte los tacones y no hay peligro alguno porque en lugar de “tomarte un KitKat”, sea de la marca Hacendado.
¿Qué está ocurriendo? Estamos cediendo un espacio impresionante a la publicidad. Pero aún no hemos acabado, encima: llegan las nuevas tecnologías, que por supuesto a estas alturas son ya imprescindibles.
No ya aparatos de última tecnología y una conexión a internet, “que es fundamental” sino lo que esto significa.
Después de muchas horas bombardeados por publicidad, revisamos nuestro correo electrónico, leemos alguna que otra cata, recogemos la publicidad del súper de la esquina y de la nueva y maravillosa tienda de dos calles más abajo y nos decidimos a poner en orden nuestra vida social, que aunque se pueda pensar otra cosa, ya no está en la calle, está en la red y no se puede controlar.
Pero nosotros lo intentamos, desde el principio: tuenti, facebook, twitter, a ver si salimos bien en las fotos y si todo está pintado de rosa, entretanto es posible que nos llamen de alguna compañía telefónica con una oferta inmejorable (es difícil que siempre consigan superarse), o alguna encuesta sobre calidad del servicio al que llamaste para resolver algo que al final hubiste de resolver sin ayuda.
Controlada ya la imagen, vamos a lo que nos interesa y visitamos las páginas a las que nos hemos suscrito de alguna manera voluntariamente para encontrar algo que mínimamente nos interese y que llamamos hobbie, porque es lo que nos gusta hacer cuando podemos no estar “haciendo algo” (trabajar, estudiar)...
Si cometemos el descuido de dejar la televisión puesta, es posible que llegue un momento en el que ya no podamos concentrarnos porque los anuncios para captar la atención cada vez suben más y más el volumen.
Este es el tipo de vida que suele llevar la gente, en muchas ocasiones, se dan cuenta y reaccionan de alguna forma revolucionaria como dando un paseo tranquilamente por el parque, no para que te vean leer el último best seller, sino porque realmente te apetece, aunque no te hayas afeitado o no te apeteciera maquillarte.
De ahí la necesidad del turismo, hoy el turismo más que un lujo, es una necesidad, una forma de escape. Si bien es cierto que la publicidad está tan presente que no puede eliminarse de nuestras vidas, también es cierto que una experiencia puede cambiarnos la forma de verla.
Aquí el inicio de los viajes por placer (no para demostrar que se puede veranear), se buscan sensaciones: ya sean aventuras o tranquilidad, conocer otras costumbres (que no es más que una pequeña simulación de juego de rol) o simplemente alejarse de las nuestras.
La publicidad es básica para el turismo, porque es al fin y al cabo es un producto, un servicio, algo que vender y que necesitamos que sea demandado, pero el cliente está dispuesto a dar su consentimiento, quieren que le informen, quieren que le hagan creer el mundo maravilloso del que va a ser testigo.
Y es aquí donde muchas empresas publicitarias se equivocan, no se trata de jugar con las emociones y las ilusiones, se trata de fomentarlas y satisfacerlas. Haz de un cliente una persona que cumple su sueño y será la mejor manera de fidelizarlo, podrás llamarlo para que repita, que se alegrará, podrás enviarle cartas publicitarias, que la simple foto del lugar en el que se sintió tan feliz, tan libre, hará que desee volver.
Por eso es tan importante la publicidad, su manejo, cómo se lleve a cabo el marketing, el estudio, la segmentación, porque la única forma de llegar verdaderamente es de persona a persona. Es mucho más útil promocionar una escapada romántica que una oferta hotelera. Logrará más la sonrisa de un recepcionista que el buzoneo.
Si queremos vender algo, vendamos lo que se necesita realmente y si tenemos un producto, no lo convirtamos en una nueva necesidad, porque el consumidor ya está cansado, hagamos que satisfaga una que ya tiene. Todo depende del ángulo desde el que se mire. La perspectiva, no perdamos la perspectiva.