Todavía subyace en mucha gente, incluyendo profesionales del desarrollo social y algunas ONG, que se debería conservar la cultura local, la idiosincrasia, forma de vivir, estructura social, etc. y mostrar la gente tal y como son, a los visitantes o turistas y nunca transformarse en “profesionales de la hospitalidad”, aunque su negocio sea el alojamiento, la restauración o la animación turística, porque no sería autentico y perdería calidad.
Yo, personalmente y profesionalmente, siempre he defendido, que hospitalidad y profesionalidad, son conceptos sinergeticos, complementarios y necesarios, para poder ofrecer un producto y una experiencia turística de calidad.
No puedo entender que pueda existir calidad, sin tener un recurso humano bien cualificado, es decir con capacitación suficiente para ser profesional en el turismo, ya sea en el ámbito rural, natural, comunitario, urbano, resorts, o cualquier otra tipología turística.
La interacción existente, entre el visitante y los recursos humanos, es prácticamente permanente, durante el tiempo de visita y claro no solo con el personal turístico, sino por el conjunto de la población o comunidad local. De ahí, la importancia de comprender bien la hospitalidad y la profesionalidad, porque no acepto que lo uno se pierda con lo otro, como algunos piensan.
Mi experiencia de viajar y trabajar en países, con gente muy hospitalaria, véase Colombia, Cuba, Brasil, Filipinas, etc. (imposible mencionar todos !) es que cuando no tienen formación específica y también elemental, los problemas se tratan de resolver con una sonrisa, una forma de hablar melosa, mímica convincente, que te hacen sentir cómodo, pero claro el problema sigue sin resolverse, porque no se tiene el conocimiento o las habilidades para lograrlo.
Este es el gap o brecha, entre la hospitalidad, profesionalidad y el visitante, que ha de minimizarse o eliminarse. Para ello, la solución es obvia, educación, formación y capacitación.
Nadie, debe perder su personalidad, forma de ser y buen hacer, por aprender y convertirse en un profesional turístico y si lo hace será por otros motivos personales o sociales.
Es evidente, que existe un porcentaje relevante (por decir algo) de turistas cuyo comportamiento deja mucho que desear. Claro en sus respectivos orígenes son también así.
También es cierto que las condiciones precarias de muchos empleados turísticos, les hacen perder esa hospitalidad natural, que bien era su vocación, bien era una oportunidad laboral, pero en ambos casos se requiere manejar este concepto de hospitalidad si se quiere tener un negocio turístico de calidad, sea cual fuera. Y si tienen duda, vean muchos ejemplos de destinos “sol y playa”, maduros.
Y si hablamos del denominado turismo comunitario, el tema se complica innecesariamente y por ello es imprescindible ser pragmático y no confundir ni las profesiones y objetivos, con las micro-visiones, que a veces se acercan más a actitudes egoístas involuntarias, que altruistas.
Cuando una comunidad, toma su decisión política, de entrar en esta actividad productiva, es decir apostar por el turismo, como herramienta de desarrollo, los profesionales de desarrollo y gestión turística, deben hacerles obtener la mejor rentabilidad (en todos sus términos o en los marcados por la comunidad), pero no entrar en temas que no les competen, bien por no estar capacitados, bien porque les alejaría mucho de sus objetivos.
Creo, que es hora, de entender y hacer comprender que la profesionalidad, el saber hacer, el conocimiento, no está nada reñido con la personalidad, forma de ser o actitud o vocación personal, es decir hospitalidad.
Este es un primer y muy importante paso en el desarrollo turístico, si se quiere alcanzar destinos de calidad.
Un cordial saludo
Arturo Crosby